Colectivo Basta Biblioclastia por el acceso equitativo al conocimiento

Compartimos reflexiones del bibliotecario Daniel Canosa

Nos permitimos compartir esta nota del blog Libros vivientes del bibliotecario Daniel Canosa.

fuente: https://librosvivientes.blogspot.com/2021/12/deteccion-de-dispositivos.html?m=1

martes, 21 de diciembre de 2021

 

Detección de dispositivos biblioclásticos en la Dictadura Cívico-Militar Argentina

A través de una técnica denominada dripping (de drip, “gotear” en inglés), que tuvo en Jackson Pollock uno de sus principales cultores, el expresionismo abstracto encontró un modo de experimentar dentro del plano de la pintura, en ocasiones prescindiendo de los pinceles e incorporando diferentes tipos de materiales. Hubo quienes, por las semejanzas, trazaron un paralelismo con la escritura automática surrealista.

Si fuera posible reducir un entendimiento al simple acto de observar con atención un cuadro, se podría afirmar que hay algo que conecta cada trazo de este genial pintor, quien en su adolescencia se inspiró en la técnica empleada por artistas navajos, en donde los indígenas solían elaborar cuadros de arena sobre el suelo, utilizando diversidad de materias primas y desarrollando prácticas de pintura abstracta gestual, que de algún modo ligaban la pintura con la escultura.

En algunas de sus pinturas, se advierte el espacio totalmente cubierto en el lienzo, desgarrando sobre la tela una secuencia cromática sobre un fondo abigarrado, bajo la cual el autor aplica una serie de patrones que se repiten en distintos espacios del cuadro, generalmente asociados a un color, estas imágenes serían conceptos de los cuales podemos encontrar ejemplos en el campo de la música, uno de ellos, el ritornello, que a mediados del siglo XVIII representaba, dentro de cada composición, un arco de tensión tonal que se reiteraba en determinados momentos (en filosofía, sobre todo a partir de Gilles Deleuze, este concepto es pautado como una “teoría del devenir”, que permite a las personas aplicar un patrón de referencia que sirve de orientación en medio de un supuesto caos, una suerte de repetición de una melodía que recuerda el sentido de una composición), otro caso podría ser el bebop, un desprendimiento del swing dentro del mundo del jazz, en donde se aprecia una estructura rítmica invisible que le permite a los músicos la libertad de experimentar sonidos sin salirse de un estándar.

Esos conceptos, en algunos cuadros de Pollock, están entrelazados, incluso se advierten sobre ellos una serie de conectores que, bajo la forma de salpicaduras, semejan un sistema de energía, otorgando a la obra el sentido de una unidad coherente, una entidad propia. De algún modo, esas líneas que serpentean en múltiples direcciones bajo entendimientos semánticos, entrelazan ideas que recuerdan la necesidad de conectarlas, asignando planos, componentes y conceptos.

El ejemplo podría ser válido para intentar entender la complejidad de los dispositivos biblioclásticos que se emplearon en el contexto de la Dictadura Cívico-Militar Argentina, desde donde es necesario conectar los conceptos para articularlos en un eventual vocabulario controlado, tarea que desde el año 2000, registra un antecedente que tuvo por escenario el CAICYT-CONICET, mediante un trabajo de recuperación bibliográfica sobre hechos biblioclásticos llevado adelante por el bibliotecario argentino Tomás Solari, que culminó en el libro “Biblioclastía, Los robos, la represión y sus resistencias en Bibliotecas, Archivos y Museos de Latinoamérica”, publicado por Eudeba en 2008. Esta obra reunió los trabajos seleccionados en el Concurso Internacional de Bibliotecología Fernando Báez, inspirado en la Historia Universal de la Destrucción de Libros, del destacado bibliotecario venezolano.

Bajo el objetivo de continuar este proyecto, la lingüista y documentalista Mela Bosch y la bibliotecaria Tatiana Carsen, desarrollaron un vocabulario controlado con fuentes bibliográficas y con aportes de casos de biblioclastía, recopilados por Vanesa Berasa, con colaboración de bibliotecarios y bibliotecarias en cuanto al aporte de terminologías. El vocabulario cuenta con más de 300 términos y está alojado en el Servidor semántico de CAICYT. De este modo, se buscó promover el conocimiento, memoria y prevención de destrucción, desvalorización o invisibilización de los recursos de información. El vocabulario controlado significó la construcción de una herramienta que, dada su complejidad, requiere de eventuales articulaciones interdisciplinarias, así como de estudios asociados para seguir discutiendo su arquitectura conceptual.

Las autoras consideraron a la biblioclastía como el conjunto de conductas, prácticas, procedimientos, dispositivos y políticas que conducen a la destrucción, desvalorización o invisibilización de recursos de información, de los espacios físicos donde se alojan y circulan, y que atentan contra las personas que se relacionan tanto con esos recursos como con esos espacios físicos. Así como las conductas, prácticas, procedimientos, dispositivos y políticas que vulneran los derechos asociados a la información y el conocimiento.

Se mencionaron distintos tipos de dispositivos biblioclásticos, entre ellos arancelamientos, pago por acceder a servicios, leyes que castigan el uso de recursos de información si no se pagan, algoritmos que habilitan sesgos de recuperación o indización que invisibiliza la producción alternativa, la desactivación de bibliotecas o recursos digitales. Las herramientas para evitar nuevos oscurantismos, tal como lo afirma Bosch, son la identificación, la designación y la visibilización.

En la publicación del libro Biblioclastía, los autores Hérnan Invernizzi y Judiht Gociol afirmaron en el prólogo que dicho término no existe en el diccionario de la Real Academia Española, reduciendo su significado a cualquier tipo de destrucción de libros.

Es posible adscribir al alcance del concepto una amplitud mayor, asociando la destrucción de diferentes tipos de soportes, como también vincular las situaciones de secuestros, desapariciones, torturas, excarcelaciones o exilios en el que numerosos artistas, escritores, bibliotecarios y periodistas se vieron involucrados, por diferentes situaciones ligadas al objeto libro, durante el denominado “Proceso de Reorganización Nacional” que los militares argentinos llevaron a cabo entre 1976 y 1983, una de las páginas más oscuras de nuestra historia como país.

No solo se secuestraron y destruyeron libros en aquel período, sino también originales, apuntes y borradores (prueba de testimonio ha sido la publicación del libro “Palabra viva”, de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, con poemas, cuentos, ensayos, cartas y artículos de escritores perseguidos por el Terrorismo de Estado), abriendo el escenario donde necesariamente se involucraron editoriales y libreros. En el prólogo de Biblioclastía, los autores advierten un plano mayor en el vasto campo de la destrucción cultural perpetrada por las fuerzas militares, que era precisamente la ausencia de datos sobre quienes escribían los estudios de los cuales resultaba prohibir un libro, modificar un plan de estudios o perseguir una tendencia artística.

Esa y otras variables relacionan el concepto con otros campos semánticos, en algunos casos en forma jerárquica y en otros vinculando diferentes tipos de escenarios.

Tal como lo formularon los integrantes del colectivo Basta Biblioclastía (conformado por archivistas, bibliotecarias/os, docentes, escritoras/es, trabajadores en archivos y bibliotecas, en informática, investigación científica, centros de datos y de información), el objetivo ha sido el estudio, registro, visibilización y acciones para la prevención, reparación, resistencia y resiliencia contra la biblioclastía. Según lo planteado, resulta imperativo hacer una deconstrucción de micro y macro acciones, donde es preciso desmontar el detrás de ciertas conductas, prácticas, procedimientos, dispositivos y políticas, que tuvieron por intención negar una posibilidad de lectura, entremedio de un contexto vinculado con la desinformación en relación con el poder político.

En primer lugar, es necesario comprender lo que implica hablar de dispositivos, según Michel Foucault, el dispositivo es una máquina que produce subjetivaciones en cuerpos dóciles, pero “libres”, que asumen su identidad y su “libertad” en el proceso mismo de sometimiento.

Un dispositivo que tiene por escenario la biblioclastía, necesariamente se entiendo bajo un contexto determinado que, en nuestra historia como país, se circunscribe al terrorismo cívico-militar ocurrido entre 1976 y 1983. Una vez aplicado el dispositivo, su entendimiento-aceptación se estandariza, habilitando la secuencia destructiva de volúmenes cuyos contenidos están disociados con el discurso autoritario. No es posible obviar que el contexto represivo fue tanto clandestino como ilegal, los dispositivos se aplicaron sin que la ciudadanía pudiera corroborar empíricamente su metodología y su consecuencia, tanto en el plano social, ideológico como cultural.

De este modo, dada la ausencia de un sistema judicial que garantizara derechos básicos, no es viable probar la totalidad de libros requisados en las distintas unidades de información, así como los diferentes procedimientos que derivaron en quemas y destrucciones. Trazando un paralelo con las desapariciones forzadas de personas, es posible encontrar una explicación sobre la imposibilidad de conocer el número exacto de víctimas producidos en esos años, tal como lo afirma el escritor Martín Kohan, la cantidad total de los desaparecidos en Argentina hay que postularla, a partir de la estimación de los casos no denunciados, por ende la cifra 30.000 expresa que no sabemos exactamente cuántos fueron porque el Estado ilegal, que reprimió entre las sombras, no abrió los archivos, ni dio la información de dónde están los desaparecidos ni la información de dónde están los nietos secuestrados, la cifra es una respuesta al cinismo macabro que ocultó su accionar criminal y clandestino propio de aquella dictadura. La simbólica cifra no puede corroborarse hasta tanto no se permita el acceso a la documentación que muy probablemente haya sido destruida por completo.

En relación con los libros prohibidos, censurados y desaparecidos, debemos tener presente esa dimensión si pretendemos, a través de un vocabulario controlado, concebir una herramienta que habilite el entendimiento de un nuevo paradigma profesional, o al menos, la concepción de un elemento que permita describir cuestiones ligadas con derechos vulnerados en relación con la información, el conocimiento, los soportes, las prácticas, los recursos y las personas involucradas en dichos procesos. Esos derechos, bajo el plano del retorno de la democracia, fueron ampliándose paulatinamente en relación con los avances, científicos y tecnológicos, con amplia incidencia en el contexto bibliotecológico.

Tomando algunos conceptos esbozados por Giorgio Agamben, se entiende que los dispositivos empleados en la dictadura, sustrajeron cosas al uso común, transfiriéndolas a una esfera separada, clandestina, de no acceso, ausencia e invisibilidad y que, por lo tanto, dichos bienes deben ser restituidos al uso común por el profesional de la información. Lo que la noción de “moralidad” había separado, bajo múltiples discursos potenciados por el temor y/o la sospecha, el bibliotecario debe restituirlo, no solo desde el esquema de los materiales vulnerados, sino esencialmente desde el desmontaje del entendimiento “inmoral” vinculado al bien cultural censurado.

El ciudadano que se dejó capturar por un dispositivo biblioclástico, dejó de representar un problema para el censurador, no adquirió una nueva subjetividad, sino que, por el contrario, pasó a invisibilizar un hecho cuya aceptación habilitó una suerte de anestesia social que le permitió vivir bajo reglas impuestas, sin darse cuenta de lo que realmente estaba sucediendo.

Agamben sostuvo que el problema de la profanación de los dispositivos (su discurso fue empleado en el contexto de la religión), es cada vez más urgente, porque requiere restituir al uso común lo que ha sido capturado y separado de ello, “instruyendo” a una sociedad sobre lo que debía ser considerado “normal” y “apropiado”, para instalar de este modo un patrón único de conducta. Esta máquina supo atravesar en aquellos siete años un plano ligado al poder, que desplegó siniestras relaciones de fuerzas, ejecutadas con discursos políticos, sociológicos, eclesiásticos, jurídicos y empresariales, imposible de correlacionar enunciados con pruebas empíricas.

La frase “algo habrán hecho” es la mera aplicación de la aceptación social sobre temas que excedían a buena parte de la población en cuanto a información verídica que fuera posible analizar, su entendimiento, en el plano bibliográfico, se vincula con la idea impuesta de que algunos libros fueron prohibidos porque contenían “información con referencias ideológicas” que tenían el potencial de inducir “preocupantes captaciones” que en el seno de las fuerzas armadas se consideraba como una “grave enfermedad moral”, de allí se puede analizar, a modo de lectura externa, el problema que tuvieron aquellos ciudadanos en cuanto al acceso a la información, en donde hubo un filtro aplicado desde un oscuro parámetro que detuvo la dinámica de toda conciencia crítica a causa de una ausencia democrática. Esta praxis, permitió a los militares controlar y orientar, en un sentido que se pretendió útil, los comportamientos, los gestos y los pensamientos de los hombres y mujeres que coexistieron en dicho entorno.

Biblioclastía como concepto se inserta dentro de la necesidad de interpelar la memoria, como si se tratara de una serie de conjuntos documentales que desprenden fragmentos ocultados por el terrorismo de estado. El estudio pretende orientar nuevas construcciones de sentido en vinculación con los derechos humanos vulnerados, otorgando un marco apropiado para entender lo sucedido en un contexto particular de la Historia Argentina.

Los dispositivos de represión cultural ejecutados en el contexto biblioclástico, permitieron aplicar sobre las personas, libros, bibliotecas, editoriales, centros educativos y culturales, una permanente práctica de vigilancia, control ideológico y censura, tanto con los cuerpos, los materiales, como con los símbolos, donde fue necesaria una conducta de apropiación informativa por parte de la Junta Militar, especialmente los medios de comunicación (televisión, radios, periódicos). De allí, el concepto de valor ciudadano pasó a ser manipulado en directa asociación con el entendimiento de “enemigo cultural”, lo que implica el grado de importancia que puede tener un vocabulario controlado en el ejercicio de vinculación de conceptos arborescentes dentro de una estructura semántica.

Hay un caso que merece una mención especial, a diferencia de lo expuesto, esta situación ocurre también en democracia, y tiene relación con la destrucción de libros bajo la excusa de “favorecer el reciclado de papel” y el “cuidado del medio ambiente”. Es muy probable que la cantidad de unidades de información que adoptaron (y aún adoptan) este tipo de prácticas sea considerable, especialmente bibliotecas ubicadas en universidades. En estos casos, sin establecer ningún tipo de consenso con el personal bibliotecario, sus directivos toman por decisión no donar el material bibliográfico acumulado en los depósitos, para de este modo enviarlo a organismos externos (fundaciones, asociaciones, empresas), para transformar esa documentación en papel picado.

Claramente se trata de un acto encubierto –y no reconocido- de Biblioclastía, que tal vez pueda representarse en un vocabulario como un componente del concepto “Instigación de la Biblioclastía”, en el que se toma la decisión más fácil con respecto a colecciones amplias o ítems duplicados: destruir-eliminar-vaciar estantes, cuando bien sabemos, que elaborar listados para eventualmente donarlos a otras instituciones, supone la necesidad de trabajar sobre esos documentos, lo cual invariablemente requiere de tiempo y recursos humanos.

Volviendo a Foucault, un dispositivo sería entonces un conjunto de estrategias de relaciones de fuerzas, que son manipuladas desde una posición de poder, para desestabilizar, bloquear o desviar lo que debe ser aceptado por la sociedad, dentro de un parámetro sostenido por el propio mecanismo de subjetivación, con amplia incidencia en el entendimiento de la moralidad.

Estos dispositivos “morales” se ejecutaron en una etapa en donde se cerraron carreras universitarias, se censuraron textos y autores, se prohibieron palabras y conceptos, y en forma clandestina se empezaron a realizar quemas masivas de libros, conjuntamente con la elaboración de materiales ligados con la “depuración ideológica” por parte del Estado Mayor General del Ejército, con el objetivo de poder detectar los vínculos entre marxismo y subversión en ámbitos laborales, educativos y artísticos, donde resultaba evidente la necesidad de instalar una noción de “enemigo” (un “nosotros” que tuviera por ánimo “derogar” los principios sustentados por la Constitución Nacional), un “adversario” al cual perseguir, separar y/o adoctrinar por el bien común y la concordia social.

Por un lado, tenemos un plano moral, donde se justifica la eliminación de todo aquello que supone la contaminación del precepto a defender y, por otro lado, una serie de acciones fundamentadas en criterios absolutos, que llevan a la aplicación de movimientos mecánicos para eliminar elementos contrarios a dichas premisas. En tal sentido, los informes oficiales elaborados por la Junta Militar, tuvieron por objetivo no solo dar respuestas a las denuncias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en cuanto a los rumores que circulaban sobre las personas desaparecidas, sino también para establecer una norma rígida que pretendía vehicular el entendimiento ético de los ciudadanos, acaso un modo de justificar una idea de rectitud que por fuera de las fronteras asumía el inevitable entendimiento de una dictadura.

Por otra parte, hay ideas y conceptos que fueron parte de la censura, y de los cuales los militares brindaron elementos para contextualizar los dispositivos biblioclásticos: textos escritos en cárceles, escenas cinematográficas eliminadas por “inmoralidad”, letras de canciones (ya sea explícitamente de protesta o con palabras que podían entenderse bajo un código común), libros con citas de pensadores de izquierda (por más que los textos del libro no dijeran nada sobre temas políticos contrarios al Ejército), nombres propios que no podían nombrarse, escritores que tuvieron que modificar su escritura para establecer un guiño cómplice con los lectores, constituyendo verdaderos espacios de resistencia, en donde cuestionaban la censura instalando metáforas de lo que ocurría, método que en ocasiones permitió evitar la quema de estos libros.

En este tramo me permito una digresión, ocupando momentáneamente el espacio de la crítica literaria, en este caso bajo el entendimiento de Josefina Ludmer, profesora, ensayista, escritora, quien, citando al filósofo Roland Barthes, afirmó que no existe el acabamiento del texto -en el caso de correlacionar esta idea con el vocabulario controlado- siempre un texto es un fragmento y todo cierre es arbitrario, solo la muerte le pone fin.

En este criterio entra en juego el concepto de ideología, en donde podríamos tomar al vocabulario bajo la comprensión de una lógica tabular, en el que se pueda discutir la eventual jerarquía de los términos, la complejidad de niveles que termina incidiendo en la producción de sentido, que tal como lo plantea Ludmer, en sí mismo no traduce una ideología, sino que la constituye, en donde los términos que integran el vocabulario son respuestas en una cadena indefinida de escrituras y lecturas que pueblan espacios significativos de la sociedad, una serie de valores que son decididos desde una comunidad educativa, y que por eso mismo, el mecanismo -y la herramienta- requiere revisión, nuevos planteos, nuevas teorías. No deja de representar un valor al que debemos poner a prueba en forma permanente.

Por lo que representa el vocabulario con relación al componente ideológico y documental, su arbórea complejidad da lugar a una pluralidad de formas que buscan representar los incidentes y las manifestaciones de los diversos elementos que constituyen toda biblioclastía, y el modo en cómo funciona el vocabulario controlado es lo que produce sentido, esa construcción -o tal vez podamos decir experiencia conceptual- se inicia con una bolsa de palabras y sigue un derrotero que en este caso abarca 4 etapas:

  •      – Creación de una colección sobre Biblioclastía en la base DOCSA de la Biblioteca Ricardo Gietz.
  •      – Desarrollo de un lenguaje controlado sobre Biblioclastía.
  • –      – Colaboración con el libro sobre Bibliotecarios Detenidos-Desaparecidos.
  •     – Observatorio de Biblioclastía sobre destrucción, memoria, rescate y prevención.

Me parece válido agregar notas a esta suerte de bitácora colectiva, con todo lo que significa teorizar un plano donde poder ubicar un problema. El taller sobre identificación de micro y macro acciones biblioclásticas, surgido en diciembre de 2020 y auspiciado por la Comisión de Homenaje a Bibliotecarios Desaparecidos y Asesinados por el Terrorismo de Estado en Argentina y por la Asociación Bibliotecarios de Córdoba, originó un movimiento bibliotecológico que, por el recorrido llevado a cabo, es posible afirmar que este grupo ya superó la etapa de las concepciones sobre la problemática, y que, dada la utilidad del vocabulario, requiere seguir conectando términos, ideas, relaciones, no dar por cerrados ciertos conceptos publicados en el servidor semántico, ampliar descripciones, agregar nuevas líneas de pensamiento.

Este criterio entraña reconocer que la aplicación de la herramienta, en el contexto bibliográfico, necesita de la estandarización de los conceptos asociados a un territorio donde se disputa la construcción de sentido en relación al pasado histórico de nuestro país, y para que haya estandarización debe concebirse previamente la legitimización, esto nos lleva a evaluar modos de significar lo interpretado en un campo de tensiones, en el cual es necesario validar las ideas representadas en los términos consensuados, ideas que condensan los posicionamientos ideológicos, estéticos, políticos y/o bibliotecológicos del colectivo Basta Biblioclastía, cuyas prácticas permiten afirmar -a través de los eventos virtuales que están disponibles para los usuarios- que la revisión y la discusión terminológica se encuentran habilitadas, dado el grado de interés que pueda suscitar en el ámbito académico, y que seguramente motivará eventuales aperturas -y probables modificaciones- a largo plazo.

Hay que anteponer el interrogante a cada término, y pensar que los conceptos que delimitan un análisis son prefigurados por ideas sociales propias de su tiempo político, que reproducen una representación con sustento en el entendimiento del rol social de nuestra profesión. Asimismo, en lo personal me deja una duda en cuanto al alcance que puede llegar a tener este vocabulario con respecto al concepto de identidad en nuestra historia como país, interpelado por los componentes de la memoria, la censura y la reparación histórica.

Lo que hay son disputas de sentido de la memoria, donde se cruzan concepciones sobre métodos sistémicos de opresión, ocultamientos, deconstrucciones, resistencias, violencias, reparaciones, oscurantismos, preservaciones, resiliencias, imposiciones, represiones, memoricidio, sentido crítico del entendimiento del bien común, de los valores cívicos, de la democracia en su conjunto.

Se tratan de pequeñas reflexiones sobre un concepto inabarcable, que requiere nuevas lecturas y aproximaciones, nuevos desbrozamientos, así como un permanente proceso de sedimentación y difusión del conocimiento desarrollado en el campo cultural de los derechos humanos.

Espero que el próximo año sea un tanto más benévolo con nuestras realidades, que podamos compartir experiencias, con todo lo que etimológicamente esa palabra significa.

Fuentes consultadas:

Agamben, Giorgio (2016). Que es un dispositivo. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.

Apuntes sobre el curso (Des)enterrando libros prohibidos, profesor Edgardo Vannucchi, Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (septiembre/octubre de 2015). Disponible en: http://librosvivientes.blogspot.com/2015/10/

Báez, Fernando (2005). Historia universal de la destrucción de los libros. Buenos Aires: Sudamericana.

Biblioclastía. Los robos, la represión y sus resistencias en Bibliotecas, Archivos y Museos de Latinoamérica. Concurso Báez. Tomás Solari y Jorge Gómez compiladores. Buenos Aires, Eudeba, 2008.

Bosch, Mela (2017). Biblioclastia: vocabulario controlado para la ampliación y profundización del concepto / Mela Bosch, Tatiana M. Carsen. Disponible en: https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/41864/CONICET_Digital_Nro.79e804bb-509c-4643-96a8-cbf3308a63ec_A.pdf?isAllowed=y&sequence=2

Bosch, Mela (2021). Biblioclastia, profundización del concepto y nuevos oscurantismos. Disponible en: https://bastabiblioclastia.org/wp-content/uploads/2021/01/Bosch_M_Texto-Biblioclastia-profundizacion-del-concepto-y-nuevos-oscurantismos.pdf

Bossié,Florencia (2006). Historias en común: censura a los libros en la Ciudad de La Plata durante la última dictadura militar (1976-1983) Trabajo final de grado. Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencia de la Educación. Disponible en: www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.265/te.265.pdf

Bossié, Florencia (2008) Biblioclastía y bibliotecología: recuerdos que resisten en la ciudad de La Plata [En línea]. Congreso “Textos, autores y bibliotecas”, 24 al 26 de septiembre de 2008, Córdoba, Argentina. Disponible en: http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.703/ev.703.pdf

Invernizzi, Hernán – Gociol, Judith: Un golpe a los libros. Represión a la cultura durante la última dictadura militar. EUDEBA. 2002.

Gociol, Judith: “La desaparición de personas tenía que corresponderse con la desaparición de los símbolos culturales”. Entrevista a Judith Gociol en Revista Tesis 11. Marzo-Abril de 2007.

Fois, Silvia (2012). Comisión de Homenaje Permanente a los Trabajadores de Bibliotecas Desaparecidos y Asesinados por el Terrorismo de Estado: Una iniciativa para la memoria. Disponible en: https://ffyh.unc.edu.ar/libros-prohibidos/wp-content/uploads/sites/17/2012/03/articulo-silvia-fois.pdf

Ludmer, Josefina (2015). Clases 1985: algunos problemas de teoría literaria. Buenos Aires: Paidós.

Infonews (2021). Por qué los desaparecidos son 30.000: la mejor explicación. Disponible en: https://www.infonews.com/24-marzo/por-que-los-desaparecidos-son-30000-la-mejor-explicacion-n264103

Vocabulario controlado sobre Biblioclastía. Disponible en: http://vocabularios.caicyt.gov.ar/portal/index.php?v=5

Encuentros del Taller sobre Micro y macro acciones biblioclásticas:

Encuentro 1: https://www.youtube.com/watch?v=JPgLp5sx0n4

Los temas tratados fueron: panorama veloz de los Derechos humanos, la progresividad de las acciones y su ampliación en generaciones de la primera a la cuarta que llega al hábeas data. Testimonios de los integrantes.

Encuentro 2: https://www.youtube.com/watch?v=arPrfctiKIM

El tema tratado fue deconstrucción de acciones biblioclásticas.

Encuentro 3: https://www.youtube.com/watch?v=BktEF_z7NFI

Se trataron temas relacionados con la identificación, registro y memoria de acciones biblioclásticas.

Encuentro 4: https://www.youtube.com/watch?v=kJMvQotSWu0

 

Se desarrolló un formato de registro de incidentes biblioclásticos para su deconstrucción y análisis. Se analizaron los pasos futuros hacia una ley contra la biblioclastía, para avanzar hacia normativas de amparo para el acceso equitativo al conocimiento, idea que incluye ir contra los oscurantismos y contra la represión.

Basta Biblioclastia
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Biblioclastía:

Definición sintética:

Es la destrucción, obstrucción, limitación del acceso u ocultamiento de los soportes de conocimiento documental, y la persecución física o moral de las personas que trabajan en relación con esos documentos en sus distintos soportes y/o sus usuarios.

Definición por extensión:

Comprende la destrucción, obstrucción, limitación del acceso u ocultamiento de libros y otros documentos de diferentes tipologías, bibliotecas, archivos y soportes de conocimiento en formato digital de documentos primarios, de fuentes secundarias, catálogos y bibliografías, ya sea por acción directa, indirecta o desidia. Comprende asimismo la persecución física o moral de las personas que se ocupan de la recopilación, circulación y promoción de bibliotecas, archivos y circulación digital del conocimiento documental y/o con sus usuarios.

Daniel Canosa en 16:02